domingo, 7 de diciembre de 2008

La sorpresa del sátrapa

Si me lo permiten, volveré a Machado. Al “Juan de Mairena”, concretamente. En XXXV (Habla Mairena sobre el hombre, el trabajo, la Escuela de Sabiduría, etc.), recoje una copla del poeta Enrique Paradas que reza así:

El hombre para ser hombre,
necesita haber vivido,
haber dormido en la calle
y, a veces, no haber comido.

De ser esto cierto, estamos en el buen camino. Cada vez hay aquí más hombres, merced a los incondicionales seguidores del poeta Paradas que nos gobiernan.

Sin embargo, alguno de estos sátrapas se sorprende de que todavía queden demasiados "tontos de los cojones".

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martes, 25 de noviembre de 2008

Antonio Machado

Vamos a celebrar el próximo año el cuadragésimo aniversario de la muerte de Antonio Machado (Colliure, 22.02.1939). Cuando terminé de escribir el artículo anterior ("Mejor con una que con dos") recordé que en la clase de Juan de Mairena se había producido un episodio que venía al caso. Lo busqué, luego, y lo transcribo hoy. Aquí está:

«Mairena en su clase de Retórica y Poética.
Mairena: —Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”.
El alumno escribe lo que se le dicta.
—Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.
El alumno, después de meditar, escribe: “Lo que pasa en la calle”.»

No me digan que no tiene enjundia. Yo me rio solo, cada vez que lo recuerdo. También con otras versiones de ingeniosos imitadores. Hace unos días mi paisano Amando de Miguel recogia en su columna Lengua viva en Libertad Digital la siguiente
:

«Raúl González me envía una versión retórica, y por tanto humorística, de un dicho coloquial, el de "cuando el diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo". La equivalencia retórica y chistosa es: "cuando el espíritu de Belcebú deambula por los ámbitos del tedio, con el apéndice dorsal extermina dípteros". Aunque parezca mentira, algunas declaraciones de personajes públicos son tan retóricas como la muestra que inventa Raúl.»

Sobre el gran poeta A. Machado puedo referirles una anécdota. Me la contó mi profesor de Historia del Arte en la facultad de F y Letras de Salamanca, don Rafael Laínez Alcalá. Alumno suyo, que lo fue en el instituto de Baeza. Estábamos en su despacho de Anaya, frente a la Catedral Nueva, una tarde de calor, a finales de mayo. Fumaba él su habitual veguero de las sobremesas y sobre su chaleco de paño negro había caído un resto de ceniza. Por eso recordó a don Antonio, pues me aseguró que el poeta también tenía por costumbre vestir de negro.

«En cierta ocasión —me confesó don Rafael— los alumnos de bachillerato superior del instituto preparábamos un recital poético, a iniciativa del profesor de literatura, en el que íbamos a recitar poemas de algunos autores contemporáneos. Le comenté a don Antonio que yo había sugerido que como fondo a un poema suyo hubiera un acompañamiento de guitarra. ¡Qué dije! El poeta se revolvió en su sillón. De su cigarro cayó bruscamente la ceniza sobre su terno negro. Se irguió y, volviéndose hacia mí, me lanzó una mirada que yo sentí como saeta envenenada. De seguido, sentenció, impostando su vozarrón grave y desabrido: "Laínez, ¡ni se les ocurra a ustedes!. ¿Acompañar mis versos con guitarra? Eso sería tan espantoso como interpretar a Bach con trombón".»
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Mejor con una que con dos

¿Manipulación del lenguaje? Los trileros en este terreno son los políticos. Me refiero a los nuestros, a los españoles y a los sátrapas satélites. Esta es su principal arma de engañar o "presentar la otra cara de la realidad" (como dirían ellos).

Una norma básica para no tragarnos sus trolas consiste en lo siguiente: desconfiemos de todo concepto que no pueda ser nombrado con un solo y único morfema. Me explico. Si alguien escribe “cese temporal de la convivencia” es que quiere camuflar un divorcio. Si “interrupción voluntaria del embarazo”, se trata de ocultar un aborto. En el caso de que le cuenten que van a legalizar el “suicidio ayudado” o “la muerte digna” le están colando de matute la eutanasia. Si le presenta a alguien como “un hombre de paz”, piensen de inmediato que están ante un terrorista. En el supuesto
de que le hablen de su “derecho a decidir”, sepa que están pidiéndole su acatamiento para llevarse el agua su molino. Si le ofrecen la “píldora del día siguiente”, ya sabe que le están proponiendo un abortivo. Y así podríamos reseñar miles de acuñaciones alevosas para la manipulación más torticera e interesada de nuestros políticos trapaceros.

El castellano es una lengua lo suficientemente vieja y precisa, que dispone de un rico vocabulario para definir todas las virtudes y los vicios propios del ser humano y los útiles, acciones, ideas y sentimientos que maneja o genera. Le pueden faltar términos aplicables a los nuevos inventos nacidos de la evolución vertiginosa de la ciencia o la tecnología, pero en los demás terrenos está muy bien dotado. No necesita acudir a perífrasis ni circunloquios pedantes para designar las realidades de la vida diaria o del cotidiano vivir. Quien quiere expresarse con verdad y claridad en la lengua de Cervantes no necesita ir en contra de ley más esencial de los idiomas: la economía del lenguaje. Es decir, si lo puedes decir con una sola palabra, no utilices dos.
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sábado, 22 de noviembre de 2008

Quema de libros

Los periodistas que ejercimos en los años de la dictadura franquista, tenemos sacralizado el derecho a la libertad de expresión porque durante años nos privaron de ella a golpe de censura y de expedientes administrativos. Escribir en periódicos, entonces, era un dolor tan lacerante y amargo que muchos abandonamos el periodismo genuino para recalar en los sanatorios de los gabinetes de prensa o los departamentos de relaciones externas de multinacionales y grandes empresas. De tener que “escribir al dictado” mejor hacerlo por dinero que por miedo a la cárcel. Lo que no suponía dejar de luchar en la clandestinidad por el santo advenimiento de la democracia.

Pero hoy, de nuevo, hay ramalazos liberticidas en este ámbito de la información. Al casi monopolio de medios que llenan su andorga en los pesebres del poder, hay que añadir los exabruptos que reclaman la quema de libros o la clausura por decreto de emisoras de radio con voces críticas o discrepantes. ¡Quién nos iba a decir que volveríamos a topar otra vez con la censura!

La experiencia pasada nos da autoridad a los veteranos para prevenir a los que no han tenido que sufrir la castración ideológica, sometidos a la tiranía del pensamiento único por razón de la fuerza, en detrimento de la fuerza de la razón. ¡Atención! Delicado y frágil es el armazón de las libertades individuales y de los derechos humanos en general. Conviene velar para que tan valioso bien sea tratado con exquisita delicadeza, a cubierto de cualquier envite espurio o malintencionado.

El análisis que Juan Carlos Escudier ha hecho en El Confidencial. com (22.11.2008) sobre la inquietante situación actual, por lo que respecta a los medios de comunicación social, es clarividente y acertado: “Estamos atrapados en un laberinto sin salida. De un lado, unos estamentos políticos que se arrogan la facultad de adjudicar concesiones en virtud de un pretendido interés público, que en realidad es el suyo propio y el de su objetivo de permanecer en el poder ad calendas graecas; de otro, unos medios que incumplen la función social que tienen asignada en una democracia, a mayor gloria de las cuentas corrientes de sus propietarios y ejecutivos.”

Pero la proclama inquisitorial de Cristina Almeida, deseosa de arrojar a la pira de la más reaccionaria intolerancia los libros de César Vidal, constituye la más bestial acometida a la libertad que se ha hecho en nuestra joven y precaria democracia. Además de dolor, nos hace sentir vergüenza.
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jueves, 6 de noviembre de 2008

Retorno a la humildad

Dicen ahora que hasta la economía china empieza a hacer aguas y que, si dejara de crecer por encima del ocho por ciento, la nación más poblada de la tierra se vería convulsionada por una terrible agitación social de consecuencias inconmensurables. Para los chinos y para el resto del mundo. ¡Qué horror! Leer la prensa últimamente es como una pesadilla.

Mucho tremendismo, mucha profecía apocalíptica…, pero nadie se sale del guión de lo políticamente correcto. Cobardes y pusilánimes agoreros que no tienen redaños para acusar a los culpables del desaguisado financiero y económico (y ya mismo social) que padecemos, surgen por todas partes. Pero nadie va a las causas y pone el dedo en la llaga.

Servidor, sí quiere a aportar su punto de vista. El problema, en mi modesta opinión, es que se había sacralizado al dinero, constituyéndolo en el todopoderoso dios y señor de todas las cosas. Lo del becerro de oro del Génesis. Nada nuevo, pero sí trágico.

Ahora vienen mal dadas y descubrimos que el súper dios era vulnerable. Y, aunque todavía nuestros políticos no se atreven, pronto tendrán que incitarnos al esfuerzo, al trabajo, al sacrificio, cuando ya en las arcas no quede una onza para subvenciones y demagógicas limosnas.

Pero, ni así parece que nuestros males vayan a tener remedio fácilmente, ni en modo ni en tiempo.

A las pruebas me remito. Vean si no. Seguro que en su calle, como en todas, hay una tienda “de chinos”. Ustedes, como yo, ven a sus propietarios trabajar, conocen sus horarios ininterrumpidos durante el día y parte de la noche, sábados, domingos y fiestas… Sin vacaciones, sin convenio sindical, sin la media hora para el bocadillo… Y esto aquí, en un país democrático y respetuoso con la dignidad humana y los derechos y libertades individuales. Así que no les digo nada, qué harán en su patria, bajo la tiranía comunista.


Pues, oiga, si a los chinos les va a pasar lo están diciendo que se les avecina, trabajando de sol a sol y sin levantar cabeza… Imagínense ustedes cómo de negras la vamos a tener que pasar nosotros, tan mirados para la tan mal vista tarea de arrimar el hombro y tan celosos de nuestro ocio y del buen vivir conseguido.

Acaso no sea tan mala esta crisis. Incluso beneficiosa pudiera ser, si en medio del quebranto de la dificultad, el sentido común y el de la medida nos situaran de nuevo en nuestra realidad de simples mortales, limitados y precarios. Habitantes de un grandioso país, pero sin materias primas, pobre y mal gestionado, donde el pan hay que ganárselo con el sudor de la frente. En definitiva, facilitarnos el retorno a la humildad de la que nunca debiéramos haber abdicado.
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miércoles, 29 de octubre de 2008

Malas noticias

Mal asunto. No hace mucho fue Financial Times y ahora es Die Wetl. Uno y otro rotativos, aquél británico y éste alemán, han dado la noticia de que no habría que descartar que España fuera expulsada del Euro “ante los problemas para el conjunto de la unión monetaria europea que supondría la quiebra de uno de sus miembros.” Porque la quiebra de nuestra economía es ya para los gobiernos de la UE un hecho consumado.

Si esta desgracia llegara a confirmarse, sería la mayor tragedia que los españoles habríamos sufrido a lo largo de toda nuestra historia. No quiero ni imaginar tal horror, cuyo borrador, bajo el título de “Plan C”, se halla en alguna carpeta de alternativas que la Unión Europea baraja para contrarrestar la crisis económica y financiera actual.

No voy a entrar en datos técnicos. Están publicados y pueden consultarse. Mis reflexiones se quedan en el ámbito de la sociología. Es decir, la gente y su vivir. La calle, el día a día. La hermosa gente que siente y padece. La pobre gente que se deja engatusar por lobos con piel de corderos y, a renglón, se ve forzada a cargar con las consecuencias.

Soy de una generación que conoció España con un elevado número de analfabetos, sin luz eléctrica muchas casas, sin carreteras seguras, sin igualdad de oportunidades, sin protección social alguna, sin hospitales, sin vacaciones, sin salarios justos, sin ocio placentero, sin coches, sin alimentación equilibrada, sin planes de desarrollo rural… Y sé que a muchos jóvenes les cuesta trabajo creerlo, pero así era.

De entonces a acá, dos generaciones de españoles hemos trabajado muy duro para lograr lo que ahora todavía está disponible para todos. Que es mucho. Tanto que, en el lado de allá de nuestras fronteras, luchan hasta morir multitudes de desfavorecidos de este mundo, codiciando acceder a los bienes que nosotros poseemos, y hasta nos permitimos dilapidar.

Este es el caso. En tan grave situación, ¿qué están haciendo nuestros representes políticos? Nada. Vivir en la irrealidad de sus mentiras y ensoñaciones. Afanarse por mantener el poder que consideran conquistado para su propia satisfacción, disfrute y beneficio, al margen de la suerte que puedan correr los que se lo cedieron temporalmente. La debacle, sin embargo, no deja de mostrar su furia devastadora, cada día con más elocuencia, en todos los indicadores de situación. Ellos, a lo suyo. En concreto, ahora, consideran mucho más importante ir a Washington, el próximo 15 de noviembre, para, en vez de resolver nuestros más que serios problemas financieros, dedicarse antes a decir a los demás lo que tienen que hacer.
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martes, 28 de octubre de 2008

!Chitón!


Decíamos ayer… Pues, hoy, un nuevo giro de tuerca en la aniquilación del castellano por parte de los que luchan para que desaparezca de buena parte de las tierras de España.

El diario El Mundo informa que los libros de texto de Cataluña y Galicia ridiculizan a los que hablan en castellano. Por ejemplo: La editorial Castellnou identifica a los marcianos como hablantes de español; Anaya recurre a viñetas con claro contenido racista, y Xerais presenta el castellano como un idioma invasor.

Ejemplos: En el manual de 3º de ESO de Lengua Catalana de la editorial Castellnou, de una crónica del diario independentista Avui titulada Los marcianos hablan español y las marcianas no tienen pechos.

El libro de Lengua Catalana de la editorial La Galera, para 3º de Primaria, señala en un mapamundi el origen de los idiomas que los niños catalanes pueden escuchar en sus calles. El español encuentra su procedencia en países como Colombia y Ecuador, no en España, y se presenta en el mismo nivel que el árabe, de los inmigrantes marroquíes, o el urdú, de los paquistaníes.

En Galicia ocurre lo mismo. El manual de Lengua Galega e Literatura de 2º de Bachillerato, de Anaya, se ensaña con los ciudadanos gallegos que tienen el castellano como idioma materno o habitual en sus relaciones sociales.

El libro, destinado a jóvenes de 17 años, incluye en sus páginas una tira humorística con evidente contenido racista. Las viñetas, recogidas de La Voz de Galicia, muestran a un hombre que expone el siguiente argumento: «Hablando del problema de normalización lingüística en Cataluña, tengo el orgullo de ser gallego y hablar sólo en castellano». Su interlocutor responde: «Entón como M. Jackson, que é negro e fay forza por parecer branco» («Entonces como M. Jackson, que es negro y hace esfuerzos por parecer blanco»).

No parece que para calmar la furia genocida de los que atentan impunemente contra la Constitución del Estado, que paga su salarios y prebendas, sea suficiente que la utilización del español esté prohibida en todos los ciclos de la enseñanza de sus comunidades, por la intolerable laxitud de un Gobierno que abdica vilmente de sus obligaciones. Ellos quieren más y, si se les deja el terreno libre, acabarán por obligarnos a todos a callar la boca para que sus tropelías no sean criticadas por nadie. Las de la lengua y las que vendrán a continuación. Todas.
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domingo, 26 de octubre de 2008

Defender el español

Tiene guasa que nos toque a los sufridos contribuyentes (antes, ciudadanos) de la España del S. XXI defender a nuestra lengua común oficial de la nación, el idioma castellano, de las embestidas del cáncer nacionalsocialista de determinados gobiernos autonómicos analfabetos y liberticidas.

Un idioma que se extiende hoy por todo el planeta; es la segunda lengua más importante del mundo y la tercera más hablada, con 400 millones de hablantes nativos.
El castellano, tal como hoy lo conocemos es fruto de un proceso de decantación de más de un milenio, a lo largo del cual las diversas lenguas de los habitantes de la Penínsul
a Ibérica se fueron modificando por influencia de los invasores romanos, godos y árabes. El primer paso para convertir el castellano en la lengua oficial del reino de Castilla y León lo dio, en el siglo XIII, Alfonso X, que mandó componer en romance, y no en latín, las grandes obras históricas, astronómicas y legales. Hacia el final del siglo XV, con la unión de los reinos de Castilla y Aragón, que extendieron su dominio sobre la mayor parte de la península, la lengua de Castilla -el castellano- se fue imponiendo sobre otros idiomas y dialectos y cruzó el Atlántico a lomos de los descubridores, conquistadores y misioneros.

¿Quién forzó a las gentes de la península ibérica, de tan variada procedencia y lenguas (tartesos, fenicios, griegos, fóceos, cartagineses, ligures, celtas, vascones, romanos y árabes), a hablar una lengua común? Nadie. La necesidad de entenderse, exclusivamente. El propio interés de comunicarse para el desarrollo normal de su cotidiano vivir. Ningún tirano, ninguna ley, ninguna violencia. Se produjo con la naturalidad con que se expresa Gonzalo de Berceo que, para ser entendido por la gente, decide dejar el latín y escribir en la lengua en la el pueblo solía hablar con sus vecinos. Es decir, que son las gentes de la calle las que obligan a los cultos clerigos que sabían escribir a tener que usar el lenguaje popular si quierían ser entendidos.

Pero dígaselo usted a los iletrados sátrapas de las autonomías periféricas, cuyas tarascadas lapidarias nos toca sufrir hoy. Y aún más encarnizadamente habrán de luchar nuestros hijos para librarse del totalitarismo con que están ya hoy inficcionando los planes de enseñanza que les obligan a padecer.

Ya muchos hemos tenido que movilizarnos para defender este legado extraordinario que nuestros padres y los padres de nuestros padres supieron cuidar y engrandecer amorosamente, sin el cual se nos hubiera privado de la genial obra de tantos ilustres literatos, sabios y eruditos de universal aceptación y admiración.


La plataforma "A favor del castellano o español" ha nacido para paliar la carencia de acciones de protección por parte de las organizaciones e instituciones que deberían ser pioneras en esta lucha y se abstienen por mero interés político partidista. Es ésta una plataforma abierta, sin ninguna clase de lealtad política, en el que el verdadero punto de encuentro es la adhesión y el apoyo a la lengua española. Su objetivo es promover y apoyar toda iniciativa que pueda realizarse para favorecer el prestigio de la lengua española entre sus propios hablantes, especialmente entre la población infantil, contrarrestando la aculturación que promueve el sistema educativo.

Bien merece tan encomiástica labor el apoyo incondicional de todos. Y, a buen seguro, por mucho que las cadenas de televisión subvencionadas callen por cobardía, poco a poco, las voces de rebeldía se convertirán en clamor. Si no, al tiempo.
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sábado, 25 de octubre de 2008

Esclavo irredento



Un escritor con cuya sensibilidad me identifico es el portugués Miguel Torga. Al fin y al cabo, ambos tenemos en común haber nacido en las recias tierras por las que, en su discurrir, el padre Duero traza “La Raya” fronteriza, a la que hoy denominamos “Arribes”. Él es nacido en Tras-Os-Montes, yo en Sayago. Un servidor, en la ribera izquierda; él en la ribera derecha del río. Al contrario que nuestras convicciones ideológicas. ¿Importa eso? Él es un gran escritor, yo un pinche de la escritura. ¿Cómo no voy a sentir por ferviente devoción por él?

«Me gustaría —afirma en su Diario—, restituirle a la palabra el alma que le han robado, y que la lengua tuviese en mis manos, además de la mayor gracia posible, una dignidad fuera de toda discusión. Que no hiera la sensibilidad de los demás, y que me testimonie y me responsabilice a mí. Que cada frase sea una seducción y un acto» En una animosa lucha por alcanzar, o al menos acercarme, a este ideal me debato yo, muchas de las horas del día, ante el teclado de mi ordenador. Tratando de acoplar cada palabra en la frase e ir buscando el sentido preciso de cada párrafo para que exprese fielmente lo que deseo que comprenda el lector. Esta es la brega del oficio de escritor. Gloriosa tarea que permite a muchos albergar sentimientos que sin el poder de fascinación de la literatura nunca en su vida hubiera llegado a sentir; ni alcanzar a imaginar por sí solos tantas escenas placenteras o tan dramáticamente dolorosas. Amén de viajes de fábula, paisajes de ensueño, aventuras y quimeras insospechadas y apasionantes.

Recuerdo cómo nació mi pasión por escribir, por la literatura. Nunca podré olvidarlo. Tenía doce años. Estudiaba segundo de bachiller. Era octubre, en el nuevo libro de la signatura Lengua y Literatura Españolas, de José Manuel Blecua, se incluían algunos textos breves y significativos de los escritores que en esta materia eran objeto de estudio. En
tre dichas lecturas figuraba el cuento “El miedo” de Valle-Inclán. Estudiaba yo utilizando como mesa la máquina de coser “Sigma” de mi madre, en la habitación que mis padres usaban como dormitorio en la zapatería de Almeida. Comencé a leerlo en una pausa de las pausa que solía hacer para refrescar mis neuronas. De inmediato quedé prendido en el hechizo de la exuberante y evocadora prosa de Valle. No leía; vivía, sentía y padecía como… ¿Qué digo? Era. Yo era granadero en el Regimiento del Rey y allí estaba, por expreso deseo de mi madre, en la capilla del Pazo a la espera del Prior de Brandeso para que me oyera en confesión, antes de incorporarme a mi guarnición. Todas las sensaciones que la narración transmitía magistralmente se dejaban sentir ostensiblemente en mi ánimo de lector absorto y entregado. Absolutamente subyugado por el poder trascendente de la palabra justa y la frase evocadora del genial escritor gallego, pasé de vivir la soledad de aquella capilla solitaria y en penumbra, en la que la presencia próxima de lo sagrado era ostensible, al “largo y angustioso escalofrío que parece mensajero de la muerte, el verdadero escalofrío del miedo” que llevó al prior a negarme la absolución. Pude visualizar cada escena como total realismo, con rotunda presencia. Los sonidos, las personajes, el hálito de misterio circundante

¡Todo ello hecho realidad con sólo signos impresos con tienta negra sobre un papel blanco! Se había producido un portento extraordinario y yo quedé ya para siempre convertido en esclavo irredento del supremo poder creativo de la escritura. Y ahí sigo.

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jueves, 23 de octubre de 2008

Palabras

Nada más patético que la desgracia acaecida a aquellos habitantes de Macondo, la fantasmal aldea que Gabriel García Márquez se inventó para ubicar sus “Cien años de soledad”. En su mayor decadencia, fueron atacados por el virus degenerativo y fatídico del olvido. Así sucedió y talmente culminó su desventura : “...empezaban a borrarse de su memoria los recuerdos de la infancia, luego el nombre y la noción de las cosas, y por último la identidad de las personas y aun la conciencia del propio ser, hasta hundirse en una especie de idiotez sin pasado”.

Los grandes escritores parecen tener el don de profecía. Adivinan lo que va a pasar muchos años después. Ayer mismo, en Televisión Española, no uno, sino dos presentadores, se preguntaban por le significado de “una palabra rarísima” que no habían oído (ni leído, hay que deducir) nunca jamás. La palabra era “andrajos”. La bonanza económica en que han crecido las nuevas generaciones ha desterrado, gracias a Dios y a los que hemos arrimado el hombro durante nuestra vida laboral para que nuestro país alcanzara un alto nivel de desarrollo, determinados elementos que pertenecían a tiempos de escasez. Pero las palabras son un tesoro que escritores, comunicadores, periodistas, presentadores, reporteros, etc., además de la materia prima de nuestro trabajo. Tenemos el deber de preservarlas, de no dejarlas morir en el olvido. Incluso aquellas que designan acciones, útiles o cacharros que han caído en desuso o están periclitados. En esto deberíamos coincidir y ser conscientes de nuestra responsabilidad social. En este sentido, la TVE debería ser más exigente a la hora de dar pantalla a quienes se dirigen a millones de telespectadores, asegurándose, al menos, que además de ser licenciados por las facultades de Periodismo, poseen un amplio vocabulario.
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miércoles, 22 de octubre de 2008

Escuela y Maestros


Me voy a referir a la escuela rural. Más concretamente a la que yo asistí, como alumno, desde que era un pipiolo hasta que comencé el bachillerato, en mi pueblo, Almeida de Sayago. El equipamiento era paupérrimo. Las instalaciones inhóspitas. ¿Qué quieren que les diga de la España rural del los años 40-50? Ah!, pero estaban los maestros... !Los heroicos maestros de pueblo! Ellos eran capaces de convertir aquellas míseras escuelas en Eldorado del saber con su amorosa pedagogía. Su tarea de docentes no terminaba en el aula, donde se desgañitaban y se dejaban la piel para enseñar. Eran maestros las veinticuatro horas del día: en la calle, en la iglesia, en el café... Para chicos y grandes, para todos. Lo suyo era una misión, no un oficio. Su entrega no era fruto del interés, sino de una vocación altruista de lucha contra la ignorancia y el analfabetismo.

Yo sé que la perspectiva de los años tiende a idealizar las vivencias de antaño. Tengo que admitir que la escuela que yo evoco ahora no es aquella escuela real en la que aprendí. Pero, puedo asegurar que en la entrega y misión de los maestros, no exagero ni un ápice. ¡Benditos! ¿Acaso he de recordar el dicho : "Pasar más hambre que un maestro de escuela"?

Mi maestro don Juan Antonio Casanueva era uno de estos egregios enseñantes. Y en él quiero personificar mi modesto homenaje a todos ellos. Maestros y maestras de las escuelas rurales de una España sumida en la precariedad y el desasosiego de la posguerra. Ellos abrieron para muchos de nosotros un camino de progreso hacia metas que sin
su trabajo hubieran sido inalcanzables y aun insospechadas. Nuevas perspectivas, visiones y sensibilidades afloraron en nuestras vidas gracias a su instrucción y a la cultura. Hago constar mi adhesión y gratitud perpetuas para todos ellos. Ya sé que han fallecido casi todos, pero ahí están sus hijos y sus nietos. Vale.
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Hoy

Estamos a 22 de noviembre y es miércoles. Hace ya tiempo que deseaba empezar a escribir en un cuaderno nuevo. Es una manía que me viene de la niñez, en aquellos años difíciles y ajados por el orín de la precariedad. ¡Empezar a escribir en la primera hoja de un cuaderno virgen! ¿Cabía más dicha que ésa? No, para mí. Renuevo, ahora, merced a este cuaderno cibernético, aquel gozoso hito de ver como en el erial de la hoja en blanco nacían y crecían las palabras que daban vida y sentido a las frases. Ideas, descripciones, retratos, poesías, narraciones, fábulas, dictados... ¡Qué maravilloso mundo en aquella plana de luz y albores! Tan opuesta a la negra pizarra en la que resolvíamos las sumas, las restas, los decimales o los quebrados, porque en ella se podía borrar lo escrito con pizarrín y corregir errores. ¿Como no cuidar con esmero la caligrafía que tan celosamente me enseñó a pergeñar mi buen maestro Casanueva, en un principio, tomando mi mano y dirigiéndola en su ir y venir por el papel? Bien sé yo, de antemano, que no me va ser fácil sustituir en el relicario de mis afectos el más ordinarios de los cuadernos de entonces por éste tan tecnológico y global.
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