viernes, 14 de agosto de 2020

UN HECHO INSÓLITO Y SORPRENDENTE



Larga es la vida de los pueblos, porque se resisten a morir a pesar de las crisis, las hambrunas, el abandono de los emigrantes o la desidia con que los castigan los gobiernos. Por eso en su historia hallamos acontecimiento de todo género. Heroicos, viles, sorprendentes, andinos, bárbaros, histriónicos, jocosos, festivos, etc., etc. Que de todo hay en la viña del Señor y, como canta Rubén Blades, la vida te da sorpresas…

En la historia de Almeida no faltan los hechos peculiares y sorprendentes. Uno de ellos, tan famoso que en su día se ocupó de él toda la prensa nacional, lo protagonizó un ternero que nació con solo tres patas, en abril de 1979. Sus dueños, Bonifacio Ramos Tierno y su mujer Teresa Corperala, recibieron una multitud de visitas, de convecinos y paisanos de los pueblos vecinos, para contemplar el fenómeno. Y de los periodistas, a los que dieron facilidades para fotografiarlo.

                                                                Dario de Burgos

Durante semanas, fue objeto de todos los comentarios comarcales, suscitando la admiración por que pudiera mantenerse en pie y hacer vida vacuna normal. Pero a medida que creció y aumentó de peso, llegó el día que comenzó a tener dificultades para mantenerse erguido y, sus dueños creyeron que el momento de venderlo había llegado. Y así lo hicieron.

                                                               ABC de Sevilla

La historia terminó como es debido. Es decir, en un matadero y en filetes. Sit transit gloria mundi. Pero, me ha parecido a mí que su momento de gloria, merecía ser perpetuado en la historia de nuestro pueblo. Al fin y al cabo, logro que apareciera el nombre de Almeida en todos los periódicos de entonces.

Nota.- La fotografía de cabecera la he conseguido, por mediación de mi pariente Mª Encarnación Santos Rodríguez, que se ha desvivido por atenderme, gracias a la amable aportación de Mª Teresa Ramos Martín, que es la chica que aparece en la foto. Para las ambas mi agradecimiento por su inestimable colaboración.

lunes, 29 de junio de 2020

FIESTA DE LA RAZA Y DEL SOLDADO (1927)



El día 12 de octubre de 1927, en Almeida, a la tradicional conmemoración patriótica  denominada “Fiesta de la Raza” (celebración de la conquista de América) se agregó la “Fiesta del Soldado”. Esta última, de nueva creación y expresamente instituida para homenajear a los mozos del pueblo que habían participado como soldados en la Guerra de Marruecos, de regreso tras la rendición definitiva de las hordas rifeñas de Adel-el-Krim en julio de 1927.
Motivos sobrados había para homenajear a estos héroes y dar gracias a Dios porque volvieran vivos, pues fueron muchos los que murieron por la ineptitud de unos mandos y la falta de instrucción de la tropa, en una guerra de guerrillas y emboscadas que duró dieciséis años, de la que los hijos de las familias pudientes se libraban pagando una cuota. Así pues, los que eran reclutados forzosos era a los hijos de los campesinos pobres, a los que no quedaba más salida que huir como prófugos o consentir y afrontar el peligroso destino a África.
De allí, victoriosos y boyantes había regresado un grupito de mozos almeidenses, entre ellos mi tío carnal Damián Martín Fuentes (en la fotografía), hermano de mi padre. Nunca llegué a conocerle, pues cuando yo nací él ya había emigrado a Argentina, donde vivió hasta su fallecimiento.
Una vez, gracias al vespertino Heraldo de Zamora, tenemos la reseña de estas celebraciones que, si bien se extienden en detalles profusamente, creo sinceramente que merecen quedar aquí recogidas para que permanezcan como historia. Haciendo así patente el orgullo y el amor patriótico que atesoraban nuestros mayores.
He aquí pues, Heraldo de Zamora, edición del 18 de octubre de 1927:

Ejemplo que imitar
La Fiesta de la Raza y del Soldado
Un acto sencillo y simpático

Hay momentos en que se celebran actos sencillos, en la vida oculta de los pueblos humildes, que ponen de manifiesto su verdadero sentir más, inconmensurablemente más que otros aparentemente celebrados y que carecen de levadura ciudadana.
A aquellos pertenece el que se menciona en esta reseña como verá quien lo leyere.
En Almeida de Sayago, previa una sencillísima invitación al pueblo en general hecha por el señor alcalde don Vicente Crespo, desde el tablón de anuncios y otra personal no menos sencilla, a funcionarios públicos y fuerzas vivas de la villa, se celebró la Fiesta de la Raza y del Soldado, de conformidad con lo deseado por nuestras autoridades superiores.
La víspera empezó a notarse una patriótica efervescencia en el ánimo de muchos; algo así como impaciencia por la tardanza del día y del momento propicio para cada uno ofrendar su óbolo a meritísimos paisanos, amigos o parientes que supieron desinteresadamente dar en los campos africanos cuanto la Patria les demandó.
Las nueve de la mañana del día 12, era la hora señalada para el comienzo del acto, a las ocho y media por un “corto” repicar de campanas de la parroquia se dio el aviso al vecindario, convenida señal también por los maestros de ambos sexos para la reunión de los niños en sus respectivas escuelas.
Aun los más perezosos acudieron con la mayor puntualidad, reflejando en sus semblantes infantiles -a muchos nos pareció verlo así- como anticipamos, la solemnidad y trascendencia de lo que íbamos a presenciar. Los niños -cada uno con su banderita de los colores nacionales en la solapa- guiados por sus maestros, siguiendo y escoltando la bandera nacional de la Escuela, llegaron al Ayuntamiento. Las niñas, todas de blanco y tocadas con lacitos también de los colores nacionales, llegaron a las nueve al lugar antes indicado.
Desde aquí, en el mayor orden con la corrección más escrupulosa y con la más reverente gravedad ante unas mil setecientas personas, emprendieron niños, niñas, Guardia civil, autoridades, licenciados de África y somatenes de la localidad, la marcha hacia la casa rectoral para acompañar hasta la iglesia al virtuoso párroco don Bernabé Casanueva que oficiaría en los actos religiosos.
En el templo santo penetró el pueblo tras los grupos descritos, ocupando los niños el lado de la Epístola; las niñas, el del Evangelio y soldados, autoridades, etcétera, el centro y el pueblo el resto. Todos nos dimos cuenta de que estábamos en la Casa de Dios para oír la misa solemne en acción de gracias por el feliz término de la campaña de Marruecos. Durante el Santo Sacrificio todo fue solemne. Creo que ha sido, de las muchas misas solemnes que he oído, una de las más solemnes.
Terminada la misa, dirigió el venerable párroco la palabra a los asistentes, sus feligreses, en frases rebosantes de unción sacerdotal; henchidos de sano patriotismo; en frases de eficacia alentadora para continuar por el camino que conduce a los pueblos a la prosperidad; en frases que arrancaron miles de lágrimas a las personas de toda edad y sexo, recordando escenas familiares que… mi pluma no puede, ni sabe describir.
Acto seguido, se cantó un “Te Deum” y una Salve, solemnes y a continuación dos responsos: uno por los fallecidos de la localidad en campaña y el otro por todos los muertos en general.
Terminados estos actos, a que dio guardia de honor la Benemérita
 de la localidad, salimos del templo, primero el pueblo, deseoso de presenciar más tiempo el hermoso y simpático cuadro de aquella comitiva: representación genuina de un pueblo, agradecido, noble, que sabe sentir y estimar, para dirigirnos de nuevo al Ayuntamiento.
            Aquí todos estacionados y como si lo hecho nos pareciere mezquindad, continuamos rodeando, guardando, contemplando, honrando, considerando a la Patria en aquellos 48 ó 50 héroes.
            Sentíamos un vacío y realmente existió por breves momentos pero lo llenó hasta educadamente, un licenciado -como él se dice orgulloso-: el entusiasta, el laborioso, el culto forjador de corazones de patriotas, de hombres completos; el moderado y humilde director de la escuela graduada don Ángel Encinas Hernández, con una corta, sencilla y brillante oración que dirigió a los niños, madres, veteranos de la milicia, autoridades y pueblo en general, aquilatando el significado de las fiestas que se celebran el verdadero concepto de patria, haciéndonosla sentir hondamente y jurar defenderla hasta derramar la última gota de sangre.
            En brillantes párrafos hízonos el maestro señor Encinas conocer el “resurgimiento actual de mi querida, de nuestra, mejor diré, queridísima España” a la que el mundo debe el descubrimiento de otro nuevo mundo: América. Nos excitó, por si lo necesitábamos, a la gratitud del excelentísimo marqués de Estella “a quienes las madres debéis el no tener que llorar cuando vuestros hijos vayan al servicio militar en la Península ni en África”; a estimar en cuánto vale y merece nuestro augusto soberano, y terminó rogando a las autoridades que manden telegramas de adhesión a Primo de Rivera y dando vivas a España, al Rey y al Ejército, que fueron entusiastamente contestados.
Acto seguido se obsequió a los niños con bombones que regaló el señor alcalde; marchando después los niños a las escuelas a dejar las banderas y apareciendo nuevamente en la plaza dando entusiastas y espontáneos vivas. Fue esta espontaneidad infantil el mejor comentario de que la fiesta pudo hacerse. Luego, todos se retiraron a sus domicilios.
A las trece, en el merecidamente acreditado establecimiento de don Ángel Piñuel, (antes de Tafuro) reunidos fraternalmente los licenciados y autoridades de todos los órdenes, se celebró un espléndido banquete preparado por doña Manuela, esposa del seños Piñuel y costeado por el Ayuntamiento en obsequio de los licenciados, a quienes se lo ofreció el culto, modesto y simpático secretario del Ayuntamiento, señor Puente, en términos cariñosos, sintiendo en el alma la ausencia de algunos paisanos y amigos que perecieron en los africanos campos.
            En nombre del pueblo, de las autoridades locales y superiores y de España entera les dio las gracias por el heroico comportamiento que tuvieron defendiendo allí reunidos y terminantemente nos convence de que “con soldados como éstos puede cualquier General emprender, confiado la conquista que quisiere”.
            El respetable párroco, señor Casanueva, se congratula de la armonía entre las autoridades todas.
Finalmente, agradece al Ayuntamiento el homenaje en nombre de los licenciados, el señor Encinas, quien lo dedica al Ejército, concediendo, de la manera más delicada, la buena parte que correspondió en la victoria que se celebra a los jefes y oficiales que supieron llevar al triunfo a estos soldados. Y transmite el homenaje a jefes y oficiales, por conducto de nuestro paisano don Juan José Castro Sogo, capitán veterinario, en situación de disponible que accidentalmente se halla en esta, pasando seguidamente todos a darle la mano.
Y termina el acto, dentro de la mayor cordialidad con vivas frenéticos a España, al Rey, al Ejército, a los licenciados, a Almeida y al señor alcalde.
Acto como el realizado por los almeidenses para celebrar la Fiesta del Soldado, no ha tenido lugar, seguramente, en este pueblo desde que existe; no lo ha superado ninguno de la provincia ni aun de España, no por su fastuosidad, de todos el más sencillo, sino por la compenetración de todos con lo que se celebra.
Fue simpático, conmovedor, propio de un pueblo que sabe sentir las grandezas patrias.
Ayer fue para los almeidenses fiesta nacional en cuerpo y alma, pues ni dedicó una hora a sus propias ocupaciones.
Jamás se borrará de nuestra memoria recuerdo tan grato y sugestivo.
NIHIL
Almeida de Sayago, 13 de octubre de 1927


miércoles, 13 de mayo de 2020

ALMEIDA LIBERAL (1896-1898)



La Restauración Monárquica o Borbónica comienza en 1875, con la llegada a España del rey Alfonso XII y acaba en 1931 con la proclamación de segunda República. Durante este periodo, había solo dos grandes partidos que se turnaban en el Gobierno, el liberal de Práxedes Mateo Sagasta y el conservador de Antonio Cánovas del Castillo.

En las elecciones de 1896, aunque el triunfo fue de los conservadores, en Zamora ganaron los liberales. Uno de los dos diputados elegidos lo fue por el partido de Bermillo de Sayago, un hombre que en sus muchos años en política se distinguió por velar y favorecer a Sayago, la tierra que le vio nacer, como nadie en toda su historia lo ha hecho ni lo hará: Federico Requejo Avedillo. El ilustre sayagués muy querido por sus contemporáneos y que debe ser venerado por el resto de las generaciones, en cuya memoria en la plaza de su pueblo, Bermillo, se alza un monumento, ante el cual y en su honor debería de haber flores permanentemente para agradecerle los favores recibidos.

Almeida, desde aquella época, se ha inclinado siempre por la ideología liberal y de algunos logros que debe a Requejo ya he tratado (las carretas y las escuelas graduadas), pero aún queda mucho por decir.

 De aquel año de 1896 es la carta que reproduzco, Es del ilustre y excelente alcalde Froilán Fernández Silva y la dirige a Eduardo Prada, remitiéndole una lista de liberales almeidenses, de cara a las elecciones del 4 de abril de aquel año, individuos afines, entre los cuales “los cuatro primeros son de confianza absoluta y a poder ser deseo que vengan nombrados”. Lista que le había pedido el propio don Federico. Estos son: León Herrero Moralejo, Eusebio Herrero Villamor, Francisco Herrero Moralejo, Mariano Mayor Vicente, Alejandro Vicente Vicente, José Hernández Alonso, Cayetano Sogo Borrego, Manuel Hernández Fariza, Alfonso Sánchez Mielgo, Andrés Villamor Villamor, Francisco Fuentes Hernández, Isidro Ramos Alonso, José Mielgo Fariza y Valentín Ramos Montero.

Dos años más tarde, de cara a las elecciones, alguno de estos señores figura como firmante de la carta, que un grupo significativo de liberales almeidenses publica en Heraldo de Zamora de fecha 30 de noviembre, protestando enérgicamente de la actitud del diputado provincial del distrito, Antonio Palao. Me parece interesante reproducirla, pues es un claro testimonio del entusiasmo y firme relatad a los principios liberal de nuestros antepasados.

"Sr. Director del Heraldo de Zamora:
Muy Sr. mío y de nuestra estimación: A nuestra noticia ha llegado que el diputado provincial por este distrito don Antonio Palao, no reconoce ahora la jefatura del partido liberal de la Nación, en la persona del ilustre hombre de Estado don Práxedes Mateo Sagasta, y que se ha separado también por lo que hace á la política provincial del indiscutible para nosotros jefe, don Federico Requejo Avedillo.
Es de suponer que señor Palao renuncie á la representación que este país le confirió, puesto que tanto él como los demás de su candidatura, si obtuvieron los sufragios de este pueblo y de los demás de Sayago, fue por considerarles fieles al partido y á la política que dichos señores representan.
Continuar en el cargo, cuando se toman actitudes contrarias á la que los electores tienen, es falsear la representación que se les dio y si en algo se estiman como políticos honrados, el primer acto que debido ejercer el diputado don Antonio Palao, es hacer entrega de la dimisión del cargo al jefe de la provincia, Sr. Requejo.
Los políticos serios no pueden ni deben atender á su conveniencia ó amistad personal, sino a los del distrito que representan, y como estamos convencidos y seguros que este distrito continúa fiel y adicto al Sr. Requejo, de ahí que se impone por decoro la dimisión del Sr. Palao.
Dispénsenos la molestia, señor director, pero no creemos en el deber de pedir la dimisión del Sr. Palao, y una vez declarada la vacante, libre tiene el campo, para que presente su candidatura, y si consigue el triunfo, es cuando justificará que no debía gratitud y lealtad á los que en la última elección le nombraron candidato y le dieron sus sufragios.
Almeida 28 de Noviembre de 1898.
Felipe Ramos.- Isidoro Ramos.- Froilán F. Silva.- Antonio Moralejo.- José Castaño.- José Veloso.- Andrés Mateos.- Valentín Ramos.- Felipe Húmera.- Domingo Mateos.- Juan Martín.- Manuel Rodríguez.- Domingo Villamayor.- Tomás Alonso.- Juan Aparicio.- Julián Mielgo.- José Sánchez.- Juan Alberto.- Juan Figueruelo.- José Vicente.- Lorenzo Toribio.- Francisco Vicente."

NOTA. Liberalismo es una doctrina que se basa en la defensa de las iniciativas individuales y que busca limitar la intervención del Estado en la vida económica, social y cultural. Se trata de un sistema filosófico y político que promueve las libertades civiles y que se opone al despotismo. La democracia representativa y los principios republicanos se basan en doctrinas liberales. El liberalismo político entrega el poder a los ciudadanos, quienes eligen a sus representantes de manera libre y soberana.

domingo, 3 de mayo de 2020

GENTE HUMILDE



Hay ciertos días  en que pienso en tanta gente
y siento que mi pecho se pone a llorar…
 Mercedes Sosa

“Es gente humilde” -se decía en Sayago, refiriéndose a los labradores de escasa labor o a la gentica que carecía de hacienda o de posibles. No eran pobres harapientos o menesterosos, pero tampoco de los que contaban socialmente.
Mi familia, por ejemplo, era gente humilde. Mis abuelos paternos, José Martín Pérez y Cándida Fuentes Mayor, cuando se casaron no tenían ni donde caerse muertos. Emigraron a la República Argentina y cuando tuvieron para comprar la casa y una cortina, se embarcaron en Buenos Aires y regresaron a Almeida. Al poco tiempo, decidieron volver a cruzar el Atlántico, ya con hijos, para poder tratar de conseguir algún dinero más. Esta vez rumbo a Cuba. A la vuelta pudieron adquirir dos tierricas más, una en Val de San Pedro y la otra en Peña Aguda. Después, cuando murió mi abuelo, mi padre se hizo cargo del taller y de amparar a mi abuela y a mi tía María, su hermana pequeña, soltera hasta la muerte. Mi madre era de Villamor de Cadozos y, aunque su familia estaba en otro nivel, aceptó por amor la humildad de vida y el engorro de una suegra y una cuñada a perpetuidad, casándose con el zapatero Julio Martín. Santa ella, bondadosa, sensible e inteligente. Mi padre, honrado hasta perjudicarse, currante y responsable.
Es un ejemplo. Pero historias semejantes en los pueblos de Sayago las hay en cada casa. Si las piedras hablaran… ¡Hablan, hablan! Esas paredes, esos potros de herrar, esas pilas y comederos, esos puentes y pontones, esas fraguas… ¿No veis en ellas el musgo de la honradez y los líquenes de la brega? Sayago monumental. Aprendamos a escuchar las voces ancestrales que nos guían y dan sentido a nuestra estirpe sayaguesa.
Con la perspectiva de los años, sé que crecer y educarme, mamar los valores y virtudes en los que estas gentes humildes creían y practicaban, ha sido la mayor y mejor suerte de mi vida. Ellos me hicieron como soy (también mis maestros y el ejemplo de muchos convecinos, justo es decirlo) y forjaron los cimientos sobre los que asentar y poner por obra los pilares que sustentan la razón de mi existencia. Entre los principales, la humildad y el amor a los humildes.

En un magnífico artículo de Carmen Ferreras, columnista de La Opinión de Zamora, que trataba también de este tipo de gente, pude leer hace algún tiempo: “La buena gente, la gente honrada, la que se gana el pan con el sudor de su frente, la que arrima el hombro, la gente solidaria, la gente anónima, los luchadores, los que no viven sometidos a los poderes públicos, los valientes, los que no se callan, los que están en la base de la pirámide, como servidora, los que nunca fallan, los que no se desesperan ante las situaciones que nos sorprenden cada día, los perseguidos, que haberlos haylos, los currantes?
“¿Gente humilde? ¿Gente decente? ¿Se ha caído usted de un guindo?” -me comenta alguien. “¿No está viendo en la tele que no hay más que truhanes que se enorgullecen de serlo, rameras que hacen ostentación pública de su desvergüenza a toda hora y mangantes, ladrones y asesinos que sonríen a la cámara desafiantes? ¿Vive usted aquí o en la luna? Estos son los modelos que ofrecen a la sociedad actual los medios de comunicación.  ¡Anda, que van de triunfadores usted y esa periodista de Zamora! ¡Que tiemble el mundo!”
Cierto, poco es lo que podemos conseguir frente al sunami de la frivolidad imperante que nos arrastra en dirección contraria. Pero, ¿hemos de permanecer callados por eso? No me resigno. Tengo que denunciarlo. Es más, les digo a todos que consideren si no es la hora de preguntarse adónde lleva a nuestra sociedad el rumbo emprendido, y atreverse a sacar conclusiones. Pero hagámoslo ya; en el minuto dos ya será tarde.


martes, 21 de abril de 2020

MI HOMENAJE A LOS QUE MUEREN

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Se  nos mueren. Les abate la corrosión inexorable del tiempo y de su desgaste por haber hecho mucho de lo poco, a base esfuerzos y renuncias. ¿Qué digo? Más que mucho de lo poco, ¡todo de la nada! Porque con sólo cuatro achiperres y su celo paterno, en unos lustros, nos catapultaron a un nivel de cultura, recursos sociales, infraestructuras, empleo y ocio equiparables a los del resto de países desarrollados de Occidente. Y eso que veníamos de las alpargatas, el tocino y los sabañones. O sea, de la miseria y desolación que la locura bestial de una guerra expande por el territorio en que se libra.

Pero ellos confiaban ciegamente en el poder arrollador de la voluntad humana cuando se entrega sin desmayo a la conquista de un noble ideal, hombro con hombro, dando lo mejor de sí mismos y sirviendo honestamente (en vez de servirse) a una causa que sólo ambicionaba el bien de todos, empezando por la familia propia y la nación.

Pena es que, poco a poco, estos modelos y referentes que sin presunción ninguna y sin alharacas han mostrado a nuestra generación (la última de la España de la escasez antes del coronavirus) el camino para estar en el mundo con dignidad. Y ahora, en silencio, con la misma discreción con que vivieron y trabajaron en vida, salen ahora de las residencias de mayores o de los hospitales para su definitivo y eterno descanso. Irreparable pérdida.

No lloremos por ellos. Rindámosles el homenaje que tienen tan merecido. Pero ahorrémonos las lágrimas, que habremos de derramar con largueza en los tiempos de precariedad y sufrimiento que, tal como van las cosas, se avecinan irremediablemente..

¿Cómo iba a poder ser de otra manera? Ya hace años que la sociedad del bienestar venía ridiculizando a estos maridos fieles, hombres de palabra, trabajadores sacrificados, padres responsables, patriotas fervientes y consecuentes con el sentido trascendente de su existencia. A cambio ¿qué? ¿No ven la tele? Tarambanas, perdularios, fantoches, irresponsables, birrias, trapaceros, estafadores, traidores, puteros, vividores, vagos, badulaques, follones… No hay otra cosa.

Con tales modelos nuestra sociedad, sumergida en una crisis de valores mucho más preocupante que la que nos azo, si no reacciona con premura va a padecer consecuencias de terrible alcance. Esto no ha hecho más que empezar.

Claro que hay otra manera de ver las cosas: acaso estas convulsiones sean los primeros síntomas del alumbramiento de una ruptura con la sinrazón para volver al buen sentido. ¡Ojala!

lunes, 13 de abril de 2020

PLAZA DE TOROS (y II)



En Almeida la afición a los toros viene de lejos, ya lo hemos dicho. Pero, ¿desde cuándo?  y  ¿por qué?.
Dos preguntas cuyas respuestas les gustaría conocer a los que sienten curiosidad por los hechos históricos. Pero, hoy por hoy, solo a la primera podemos responder rotundamente. Pero para responder a la segunda, no he hallado la forma de ir más allá de algunos indicios.
Antes de la creación en España de los registros civiles en 1870, ya existían desde 1562 los archivos parroquiales, fecha en que fueron establecidos en el Concilio de Trento (1545-1563). Pues bien, Ramón Carnero Felipe, en el archivo de la parroquia de San Juan Bautista de Almeida, descubrió algunos datos de interés. Anotaciones de los libros parroquiales revelaron que hasta finales del S. XVII principios del XVIII el “correr los toros” estaba vinculado a las cofradías religiosas, pues las ofrendas de algunos ganaderos eran en especies. Por lo cual, en repetidas ocasiones, los festejos taurinos corrieron a cargo de la cofradía de San Roque. La primera referencia que sobre este particular que aparece en dichas fuentes data de 1725. Hace la friolera de doscientos cinco años. Y en una anotación de 1737 se detalla la aportación “dos toros que corrieron en este lugar y que se dieron de limosna para el Santo….700 reales”.[1] Por tanto, la respuesta a la primera pregunta formulada arriba (cuándo), nos sitúa en la primera mitad del siglo XVIII.
Pasemos ahora a la siguiente pregunta (por qué). En este caso, no podremos ser tan rotundos, puesto que no contamos con testimonios ni noticias avaladas por fuentes escritas y tenemos que movernos en el terreno de los indicios indicativos o supuestos derivados de la interpretación de ciertas actitudes costumbristas. Lamento que la sociología no sea una ciencia exacta.
Juan A. Panero, analizando determinados factores geopolíticos, atribuye la afición taurina de los almeidenses a la vecindad de varias dehesas (Torremut, Villoria, Estacas, Carozos, Paredes, Pelilla) en las que cada año se efectuaba el marcaje de los becerros y se celebraba una tienta para conocer su bravura. A tal evento se permitía acudir a los mozos y muchachos del pueblo, pues muchos de ellos ya habían establecido contacto con tales reses, sirviendo algún verano como trilliques en dichas haciendas. Era una manera de conseguir un jornal, o al menos ser mantenidos, los niños de las familias humildes en tiempos de precariedad.



Por otra parte, desde antiguo, jugar a los toros era una de las distracciones más habituales de la muchachada en los recreos escolares o en alguna de las plazuelas del barrio, que se mantuvo al menos hasta mediados de la década de los 60 del pasado siglo. Una afición heredada desde tiempo inmemorial de generación en generación. [2]
Y no debo extenderme más, pues he de atenerme a completar la historia de nuestra plaza de toros con un interesante hallazgo, que, si bien no he podido confirmar adecuadamente, sí es un dato sorprendente que no quiero dejar de compartir con mis paisanos.
Al director del diario de la tarde Heraldo de Zamora, Enrique Calamita Matilla, le encantaba Almeida y buena muestra de ello son las numerosas noticias que su periódico publicó sobre nuestro pueblo. Una de ellas, del 29 de septiembre de 1924, es la que reproduzco, pues contiene una información de notable interés.



¡Gran sorpresa! Según este periódico, parece que, en tiempos a los que en 1924 se califica de “hace muchos años”, existió en nuestro pueblo una plaza de toros, antecesora de la actual. ¡Genial! A primera vista, una importante aportación para la historia, a priori.
Pero, ¿es suficiente este testimonio para poder dar por cierta esta noticia? El rigor nos exige otras fuentes que lo ratifiquen. A primera vista, parece que el periodista sabe de qué habla, puesto que nos ofrece la terna de novilleros que actuaron el día de su inauguración. Y puntualiza que “quedó en ruinas en aquella época”, es decir, no se sabe cuándo.
Vamos primero a preguntar a los más ancianos del pueblo, a los pocos nonagenarios y octogenarios de Almeida. ¿Qué saben ellos? Nada, en absoluto. Ni siquiera a sus padres y abuelos oyeron hablar de esa antigua plaza de toros. En los dos libros de actas municipales, que milagrosamente han sobrevivido a lamentables actuaciones de algún alcalde pirómano de infeliz memoria, tampoco hay constancia ni alusión alguna de la misma.
Quedaba un hilo del que tirar, para al menos saber a qué época se refiere el redactor de la noticia: averiguar algo sobre los componentes del cartel inaugural. A ello me entrego. El primer resultado es que el nombre del primer diestro está equivocado. No es Fernando Guerra “Latas”, sino Fernando Martín Guerrero “El Latas”. Esta información me la proporcionó mi buen amigo el periodista José Delfín Val, hijo del que fuera comentarista taurino de El Adelanto, que firmaba “El Clarinero”. A partir de ella pude componer algunos datos biográficos de este novillero salmantino. Un “figura”, ciertamente, que, en los años veinte, simultaneó las novilladas en numerosas fiestas de los pueblos importantes de Salamanca y Zamora, con destacados éxitos, con su trabajo en los inviernos en el Casino salmantino. En esta institución era el encargado de avivar los braseros. Reponía, con una lata, las brasas de cisco, cuando ya se apaga el rescoldo de los braseros de las mesas de la sala de juegos. Pues bien, pude averiguar que “El Latas” comenzó su etapa de novillero, a partir del verano de 1907, fecha en que se tiró como espontáneo en una novillada que se celebró en la plaza de toros de Salamanca.[3] Lo que nos aporta el dato de que la inauguración de la plaza a que venimos refiriéndonos no pudo ser anterior a esta fecha y, en consecuencia, no fue hace tantos años para que no quede memoria alguna. Pues tampoco se conocen en Almeida restos arquitectónicos de la misma.
¿Estamos ante un error? Ya hemos anotado uno del redactor de la noticia, pero hay más. En los primeros renglones escribe “según pucheta”, una palabra que no existe en castellano y que me llevó un largo tiempo en descubrir que se trataba de un nombre propio y hubiera debido estar escrito con mayúscula. [4] Se trata del alias de Antonio Jimeno Gil “Pancheta”, un mozo de espadas valenciano al servicio de quien lo contratara, que derrochaba simpatía y facundia. Honrado a carta cabal, se encontró un cheque al portador por valor de 15.000 pts. del año 1929 y en seguida se apresuró a entregarlo a las autoridades. Este gesto y el hecho que diera su sangre al novillero sevillano Juanito Jiménez, tras la cogida mortal que sufrió en Valencia el 3 agosto 1924, salió en muchos periódicos de la época.[5]
Terminaré confirmando que es real y correcto el nombre de Eugenio Noel, seudónimo de Eugenio Muñoz Díaz. Un escritor de novela y ensayo, acérrimo detractor del casticismo español. Destacó por escribir y recorrer España arremetiendo contra la tauromaquia y contra el flamenco. Nació en Madrid, el 6 de septiembre de 1885 y murió en Barcelona, el 23 de abril de 1936.
¡Uf! Hasta aquí hemos llegado. Agotado el tema (y el autor), no queda más que agradecer al lector su santa paciencia. Me excuso: es que no me gusta dejar cabos sueltos.




[1] La Parroquia de San Juan Bautista de Almeida de Sayago. Asociación Cultural San Roque de Almeida. Zamora 1987.
[2] Juan A. Panero, Almeida de Sayago. Pasado y presente de sus tierras y sus gentes. Náyade editorial. 2014.
[3] El Adelanto. Salamanca , 15 de julio de 1907, pág. 2.
[4] Dice “pancheta” (con minúscula) y debería decir “Pancheta” (con minúscula).
[5] El Día. Alicante, 17 de agosto de 1934. La Voz: diario gráfico de información.  Córdoba, 18 de agosto de 1934, pág. 12.

domingo, 5 de abril de 2020

PLAZA DE TOROS (I)



Los almeidenses fueron siempre muy aficionados a los toros. Las becerradas que en las fiestas patronales de San Roque y Nuestra Señora, en la mitad de agosto, fueron famosas en toda la provincia de Zamora y en tierras de Ledesma. Y hasta de lejanos pueblos, desde siempre, y más cuando las motos y el seat seiscientos se popularizaron, acudían forasteros en abundancia a las becerradas que tenían lugar en su famosa plaza de toros, edificada en piedra. En aquel entonces la única que había en todo Sayago.
El sociólogo y profesor Luis A. Domingues Polanah ha dejado escrito que “desde que se instaló una plaza de toros, y las corridas tauromáquicas pasaron a formar parte de estos festejos, Almeida no podía haber alcanzado mayor proyección y para el amor propio de sus habitantes la plaza de toros se convirtió en un símbolo de la pujanza cultural y económica, haciendo crecer su prestigio entre los municipios de Sayago. Ninguno tiene una plaza igual, ni siquiera el mismo Fermoselle ni Bermillo, construida en anfiteatro, con la arena en el centro como en las grandes plazas de España”.[1]
Felizmente aún vive don Juan Antonio Panero Martín, el entonces alcalde que, atento al sentir del pueblo y con el voto unánime de toda la Corporación municipal, tomó la iniciativa de su construcción, en los años 1976 y 1977, con la ayuda de todos los vecinos, a prestación personal. Gracias a su disposición incondicional y proverbial amabilidad, podemos contar con el relato personal de tal empresa. Una aportación impagable para la posteridad, merecedora de gratitud perdurable por nuestra parte.

Tradicionalmente los festejos taurinos se venían realizando en una plaza de carros, primeramente en la plaza mayor del pueblo y posteriormente en la Cortina de la Feria. Pero los carros de labor comenzaban a ser considerados como piezas apreciadas de museo y a guardarse como recuerdo. Por ello eran prestados de mala gana por sus propietarios ante posibles deterioros, forzando al Ayuntamiento a tener que “requisarlos”, por así decirlo, o imponiendo una multa de 250 pts a quienes no lo prestasen. Todo un dilema. Lo mismo ocurría con los recién estrenados remolques de los tractores que iban sustituyendo a los carros. Cualquier rayón era una herida para el dueño.
Tomando en consideración tales circunstancias, la opinión generalizada fue de que había que cambiar y, en julio de 1976, se tomó la decisión unánime de construir una plaza de toros para siempre y que además pudiese ser utilizada para servicios múltiples, circo, teatro, festivales al aire libre, etc.
La obra no era una empresa fácil. Pero la gente estaba muy dispuesta a afrontarla con entusiasmo, aun a sabiendas de que requería terrenos, ayuda económica y mucho esfuerzo personal. En primer lugar había que comprar una pequeña cortina adjunta a la Cortina de la Feria, propiedad de Isaac Tejedor, residente en Madrid, a quien telefónicamente se le hizo saber los deseos del pueblo de ubicar allí una plaza de toros. Mostró alegría por la idea y puso un precio módico, 50.000 pts. A renglón seguido se iniciaron las obras.

“En los primeros días de agosto, a menos de quince días para las fiestas, una máquina de cadenas hizo la explanación del terreno donde se emplazaría el ruedo. Seguidamente otra máquina más ligera de la Empresa Áridos Zamora con sus camiones y el de Rufino de Bermillo aportaron la piedra de Villamor de Cadozos, una piedra ideal para hacer pared.
Bajo la dirección de Juan Calixto se sumaron rápidamente cuadrillas de voluntarios a levantar la pared del ruedo. Ese año, todos fueron gente mayor, jubilados en su mayoría, muy acostumbrados a colocar piedras en las paredes de sus fincas. Mientras unos hacían la pared, otros preparaban en la hormigonera el cemento con el que se iba asentando piedra tras piedra. Diariamente se tomaba nota de las personas que acudían gozosos al trabajo; una larga lista que contabilizó ese año a 158 vecinos.
Detrás de la pared, Rufino, con su máquina de cadenas iba echando tierra alrededor en plano inclinado donde se irían emplazando las primeras gradas a base de ladrillos y cemento. Su construcción la llevó el referido Juan Calixto con su cuadrilla de peones. Los voluntarios le aportaban los materiales correspondientes. Ángel Puente se hizo cargo de los trabajos correspondientes a puertas y burladeros”.
Al año siguiente, 1977, no se reanudaron los trabajos hasta mediados de julio. Nuevos movimientos de tierras para elevar el terraplén a cargo de Matías de Salamanca con su máquina y camión. Más gradas hasta completar el ruedo, más obra en definitiva con nuevos grupos de voluntarios.
“En este año –señala Panero-, se sumaría mucha gente joven. Se tomaba nota de los asistentes día a día; muchos repetían y por ello la lista se cerró ese año con 244 colaboradores. Quien no pudo asistir al trabajo pagó a un obrero. Y quien no pudo contribuir con su esfuerzo ni encontró a ese obrero, colaboró con cantidades en metálico que oscilaron entre las 500 y las mil pesetas. Téngase en cuenta que entonces un obrero venía cobrando entre las 300 y 350 pts. al día. Tanto de esta lista como la del año anterior conservo copia en mi poder merecedoras de ser expuestas algún día en un cuadro de honor.”
Al fin, felizmente, la plaza se concluyó. Ese año hubo festivales taurinos los días 13, 14 y 17 de agosto. El día 13, con el coso a rebosar, rejonearon Fermín Bohórquez y Josechu Pérez de Mendoza, primeras figuras de la especialidad escalafón taurino de la época  El día 14 el festejo fue para los mozos con el popular “toro del vino”. Y el 17, cuatro novillos para los correspondientes novilleros.
“Al año siguiente rejonearon los hermanos Peralta. Ni que decir tiene el gentío de todos los rincones de Sayago que vino a verlos. Más de tres mil entradas se vendieron. Y así cada año, durante los años que fui alcalde y que el Ayuntamiento se hizo cargo de los festejos taurinos. Siempre quedó un jugoso superávit para el año siguiente”.
Ahora, con la aciaga despoblación, la plaza permanece silente e inane. ¡Una pena! Pero no por eso vamos a dejar que el inexorable orín del tiempo sepulte su historia, sobre todo por la hermosa y plausible lección de aquellos nuestros paisanos que con su entusiasmo y esfuerzo solidario llevaron a buen término tan memorable monumento. ¡Loor y vítores para todos ellos!
Próxima entrega: Plaza de Toros (y 2)



[1] Luis A. Domingues Polanah. Campesinos de Sayago. Estructura social y representaciones simbólicas de una comunidad rural. Instituto de Estudios Zamoranos ”Florián Ocampo”, Diputación de Zamora, caja España. Zamora 1996. Pág. 313.

viernes, 6 de marzo de 2020

Anécdotas y curiosidades históricas (I) UNA DE CURAS y UNA DE CERDAS



UNA DE CURAS

El viejo dicho “vives como un cura”, nos remite a tiempos remotos en los que el vecino que mejor vida llevaba en los pueblos era el párroco del lugar. No tenía tierras que labrar, ni cosechas que recoger; no poseía ganadería que cuidar, ni hijos (reconocidos) que alimentar ni que le dieran disgustos… Todos le respetaban y le rendían pleitesía, porque en aquellos entonces era a quienes pedían informes las empresas o en los organismos en los que cualquiera del pueblo solicitara trabajar o ingresar. Esos informes, juntos con los de la guardia civil eran imprescindibles para que el candidato pasara el primer filtro en una selección laboral.
Solían habitar una de las mejores casas, confortable y bien arreglada, en la que pasaban la mayor parte de su tiempo, en un despacho equipado con una camilla y un buen brasero, en invierno y ventilador en verano, entre libros, periódicos y una aparatosa radio que le servía música y noticias. Sus vistas, fuera de su ministerio, eran escasas, pero muy selectas. Los maestros, el médico, el secretario del ayuntamiento o algún labrador rico e ilustrado, siempre que fueran de su cuerda, y pare usted de contar.
Dicho esto, para situar a los lectores que no hayan conocido el escenario y a los protagonistas, pasemos a la anécdota con la que hoy inauguro una sección de acontecimientos o sucesos graciosos, anécdotas o chascarrillos, porque la historia también tiene su lado gracioso, ocurrente, satírico o guasón. Vean si no, la noticia que publicaba El Motín: periódico satírico semanal, Madrid, 2 de abril de 1892, en su página 4, que transcribo con su grafía y equivocaciones originales:

Los curas de Almeida de Sayago se negaron á confesar á una señora.

“La maestra del mismo pueblo fue al inmediato de Carbellinos y le ocurrió lo propio.
Las causas, según un colega, son las siguientes:
“Estas dos señoras, que son fieles esposas y madres honradas, no permiten en sus casas veladas místicas con chocolate en camilla”…
¡Zapateta! ¡Y de lo que depende que un alma se salve!
Si esas señoras no quieren condenarse, que sirvan el chocolate como los paters desean, pero con mojicón.
Y á ver si así se humanizan”.


UNA DE CERDAS


Esta sale del Boletín de Zamora, 19 de julio de 1861, página 4, en su sección de anuncios particulares de pago.
Confío en que al menos alguien pueda hacerse una idea cabal de cómo eran las protagonistas de esta noticia, porque por lo que a mí respecta, ni con ayuda del diccionario he podido desentrañar las señales con que las describe nuestro paisano Gregorio Nicolás, para facilitar que sean reconocidas por el común de los mortales.

Aviso

“El día 24 del pasado Octubre, faltaron de la Montanera de Almeida cuatro cerdas, caponas con las señales que siguen: dos befas, una entrerasa y otra pelicana; tres tienen despuntada la oreja derecha; y la cana cortado el artillico de atrás y ladera de la cabeza.
Las personas que sepan el paradero de las cuatro reses mencionadas lo manifestarán a Gregorio Nicolás, en Almeida de Sayago, quien abonará los gastos ocasionados”.

lunes, 24 de febrero de 2020

LAS ALCANTARILLAS




En el patrimonio monumental de Almeida descuellan por su interés cinco notables puentes de relevante interés, tanto histórico como etnográfico y artístico: el puente del Rebollar en la rivera de Regomillos y en la rivera de Belén el puente Grande, el puente Nuevo, el del Cascayal, la Puente Rabona y las Alcantarillas.
De estas últimas, hasta el momento, poco o nada se ha escrito, a pesar del gran servicio y utilidad que han prestado a lo largo de su historia a nuestro pueblo, a todo Sayago y al transporte y las comunicaciones en general. El trazado antiguo de la carretera que nosotros llamamos de Salamanca, pasaba por el puente Grande desde 1907, fecha en que entró en servicio la carretera oficialmente denominada de Ledesma a Fonfría y, gracias a las Alcantarillas, se pudo realizar su modificación para tomar el trazado actual, en diciembre 1934. Hasta entonces en su lugar había unos simples pontones que se cubrían cada vez que el cauce de la rivera subía poco más de medio metro.
El pueblo consideraba de tal importancia su construcción, que los vecinos pagaron de sus bolsillos la obra que, a la sazón, por ser hormigón armado, costó una cantidad de pesetas considerable. Un puente de tales características y envergadura, en el Sayago de 1934, era algo de lo que se sentían orgullosos. Por estas fechas el hormigón no estaba ni mucho menos generalizado en España como elemento de construcción, ni tampoco al alcance de cualquiera.
Así mirado, ya a sabiendas de lo que debió suponer para nuestros antepasados tan magnífica obra, hoy todavía operativa y a pleno rendimiento,  es obligado ponderar en su justa medida y agradecer su magnífica iniciativa.
En la crónica emocional de mi infancia, las Alcantarillas, por la proximidad a mi domicilio familiar, ocupan un puesto primordial, al ser un muy asiduo escenario de andanzas, juegos y picardías. Ocurrencias y devaneos perpetrados solo o en compañía de otros. Arriba y abajo. De día y de noche. Hay mucho que contar…, y no todo edificante.
Pero más vale que tratemos de lo importante. Les haré partícipes de algo más sustancioso e interesante. Pues, gracias al hallazgo de la crónica periodística de la inauguración del más moderno de nuestros puentes, publicada en el periódico “Ideal Agrario” del 24 de diciembre de 1934, podrán mis lectores rememorar tan memorable hecho. Una narración amplia y detallada que evoca un grato acontecimiento de la historia de Almeida.
Así pues, ¡al grano! y dejemos las historias para mejor ocasión.


Inauguración de un puente en Almeida de Sayago, pueblo digno de imitación

Hace muchos años era solamente un proyecto la construcción de obras para beneficio del vecindario, hoy casi todas ellas son una realidad gracias a la labor honrada y perseverante administración de su Ayuntamiento, asesorado por su competente secretario. La última obra que el Ayuntamiento ha llevado a la práctica es la que ayer fuimos a inaugurar a Almeida de Sayago; inauguración que se hizo con todas las solemnidades, con la asistencia del excelentísimo señor gobernador civil don Jerónimo de Ugarte, don Antonio Rodríguez Cid exdiputado a Cortes, ilustrísimo señor delegado de Hacienda don Moisés Fernández, don Luis Antón jefe de la sección de Presupuestos, don Antonio Rodríguez Lorenzo, don José Losada, don A. Rodríguez, contratistas de las obras y don Enrique Fernández aparejador de las obras y autor del proyecto con todas las solemnidades, no por la magnitud presupuestaria, sino por suponer ello un loable esfuerzo de un vecindario que por sus propios medios y sin la cooperación de nadie ha logrado de su mismo presupuesto, poder sufragar esta obra cuyo importe es de 8.500 pesetas y de una sólida construcción con pilares de cemento armado y suelo de hormigón y barandilla de hierro mereciendo tanto los contratistas como el autor del proyecto las felicitaciones de todos por lo acabado y perfecto de la obra.
A la entrada del pueblo y a la hora de las doce fue recibido el excelentísimo señor gobernador civil por el alcalde Santiago Fuentes, los concejales don Felix Herrero, don Tomás Rodríguez, don Ángel Puente, don Teodoro Martín, don Antonio Panero y el secretario de la Corporación don Pantaleón Sánchez, el juez municipal don Juan Ramos, el médico titular don Jenaro Fernández, el farmacéutico titular; los niños y niñas de las escuelas al frente de los  iban sus dignísimos profesores don Ángel Encinas, don Eduardo Fuentes y don Vicente Mata y maestras doña Matilde Ledesma, doña Luisa Martín y doña Francisca Toribio, y las fuerzas del cuerpo de la Guardia civil.



Después de los saludos de rigor y de cumplimentar al excelentísimo señor gobernador civil, con disparos de cohetes anunciando que se iba a celebrar la Inauguración del Puente y ante una multitud extraordinaria que había acudido también a recibir al señor gobernador, el dignísimo párroco de Almeida don Eduardo González, bendijo el puente ante un respetuoso silencio de los concurrentes. Acto seguido el señor gobernador procedió a cortar la cinta que ostentaba los colores nacionales que unía las barandillas del puente, quedando establecida la comunicación entre una y otra Ribera del Marusa. Después las autoridades seguidas del vecindario se trasladaron al Ayuntamiento desde cuyos balcones, el secretario del Municipio don Pantaleón Sánchez pronunció ante la multitud que le escuchaba unas elocuentísimas frases de acendrado amor local, haciendo resaltar de una manera rápida las mejoras que este Ayuntamiento ha llevado a las prácticas en el corto espacio de dos años, demostrando cómo la unión de un pueblo sin las bajas banderías políticas, pueden por su propio impulso hacer obras de beneficio común y desarrollar una honrada administración, agradeciendo al señor gobernador y a todos los acompañantes la asistencia al acto, terminando con vivas al señor gobernador, a España, a la República y a Almeida, siendo muy aplaudido y felicitado.
Hace después un resumen de las obras realizadas por este Ayuntamiento que sin subvención del Estado ni de la provincia ha introducido tales mejoras siendo una de ellas la que hace unos momentos ha tenido lugar.
Termina después con encendidas palabras de cariño a Almeida y con vivas a España, a la República, a Almeida y al gobierno. El público contesta unánimemente a estos vivas, oyéndose por parte del público muchos vivas al gobernador civil.
El gobernador civil con las autoridades pasó a visitar los grupos escolares de niños y niñas, felicitando a los directores y señores maestros y maestras de los grupos quienes a su vez solicitaron algunas mejoras que tanto por el señor gobernador, como por don Antonio Rodríguez, prometieron, que cuanto estuviera de su parte, harían por conseguirlo.
A continuación, se sirvió el banquete que el Ayuntamiento ofrecía al señor gobernador y personalidades de Zamora y acompañantes. Durante el “ágape” que fue excelente y servido por la acreditada fondista Manuela Herrero, que mereció las felicitaciones de los comensales; un banquete como para padecer de hiperclorhidria; paella, conejo, pollos, cabrito y ternera de Sayago; postres, café y habanos.   
Entre las personas que asistieron además de las ya citadas de Zamora, estaban Feliciano Burgos, don Luis Calamita por “Heraldo de Zamora”, don Enrique del Corral por “El Correo” y el que estas líneas escribe por IDEAL AGRARIO y como representante del citado Ayuntamiento en la capital. También asistieron de Zamora don Arturo Roldán, don Juan Luis Rodríguez, don José Rodríguez, don Felipe Alonso, don Fidel Aldea y don Iván García.
Terminado que fue el banquete en el que reinó la mayor cordialidad y entusiasmo, después de despedir a la primera autoridad de la provincia y dignísimas personalidades que honraron el acto con su presencia y dar gracias y felicitación al alcalde, concejales y secretario, por las atenciones para con nosotros tenidas, haciendo votos por la prosperidad de Almeida, nos trasladamos a Zamora después de haber pasado un día de agradable recuerdo en tierras de Sayago.
José Mª. Muñoz
IDEAL AGRARIO, 24 diciembre 1934, pág. 2