domingo, 25 de enero de 2009

Modelos

Se nos mueren. Les abate la corrosión inexorable del tiempo y de su desgaste por haber hecho mucho de lo poco, a base esfuerzos y renuncias. ¿Qué digo? Más que mucho de lo poco, ¡todo de la nada! Porque con sólo cuatro achiperres y su celo paterno, en unos lustros, nos catapultaron a un nivel de cultura, recursos sociales, infraestructuras, empleo y ocio equiparables a los del resto de países desarrollados de Occidente. Y eso que veníamos de las alpargatas, el tocino y los sabañones. O sea, de la miseria y desolación que la locura bestial de una guerra expande por el territorio en que se libra.

Pero ellos confiaban ciegamente en el poder arrollador de la voluntad humana cuando se entrega sin desmayo a la conquista de un noble ideal, hombro con hombro, dando lo mejor de sí mismos y sirviendo honestamente (en vez de servirse) a una causa que sólo ambicionaba el bien de todos, empezando por la familia propia y la nación.

Pena es que, poco a poco, estos modelos y referentes que sin presunción ninguna y sin alharacas han mostrado a nuestra generación (la última de la España de la escasez) el camino para estar en el mundo con dignidad. En silencio, con la misma discreción con que vivieron y trabajaron en vida, salen ahora de las residencias de mayores o de los hospitales para su definitivo y eterno descanso. Irreparable pérdida.

No lloremos por ellos. Rindámosles el homenaje que tienen tan merecido. Pero ahorrémonos las lágrimas, que habremos de derramar con largueza en los tiempos de precariedad y sufrimiento que se avecinan.

¿Cómo iba a poder ser de otra manera? Ya hace años que la sociedad del bienestar venía ridiculizando a estos maridos fieles, hombres de palabra, trabajadores sacrificados, padres responsables, patriotas fervientes y consecuentes con el sentido trascendente de su existencia. A cambio ¿qué? ¿No ven la tele? Tarambanas, perdularios, fantoches, irresponsables, birrias, trapaceros, estafadores, traidores, puteros, vividores, vagos, badulaques, follones… No hay otra cosa.

Con tales modelos nuestra sociedad, sumergida en una crisis de valores mucho más preocupante que la económica, si no reacciona con premura va a padecer consecuencias de terrible alcance. Esto no ha hecho más que empezar.

Claro que hay otra manera de ver las cosas: acaso estas convulsiones sean los primeros síntomas del alumbramiento de una ruptura con la sinrazón para volver al buen sentido. ¡Ojala!

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martes, 13 de enero de 2009

Inadvertencia

En 1959 una facción de las juventudes del PNV se escinde para crear "Euskadi ta askatasuna" (ETA). En el transcurso de los cincuenta años que ahora se cumplen, los asesinatos perpetrados por esta sanguinaria banda de terroristas asciende a casi mil. Sobre poco más o menos ése es el número de víctimas que, a fecha de hoy, ha causado la lamentabilísima confrontación armada entre los terroristas de Hamás y el ejército israelí, en la franja de Gaza.

Entre nosotros, hay un claro posicionamiento de las televisiones, gentes de la farándula, líderes de opinión, políticos de izquierda, colectivos de gays y lesbianas, prensa progubernamental y, hasta del propio Presidente del Gobierno, en contra de Israel. En Madrid, se han manifestado tras una pancarta que calificaba de “genocidio” la respuesta armada de Israel a los ataques indiscriminados a su territorio, tras reiteradas advertencias a los terroristas palestinos.
Cada cual puede entender los hechos de la manera que quiera y llorar las muertes que desee. Libertad ante todo. Si bien, personalmente, me parecen todos los seres humanos de igual dignidad y consideración. Pero los casi mil compatriotas nuestros, víctimas inocentes de la barbarie sanguinaria de ETA no han merecido tanto apoyo, hasta la fecha, por parte de los mencionados grupos. Tampoco parecen inquietarles las muertes de los miles y miles de inocentes que anualmente son masacrados por la lacra infanticida del aborto en las clínicas españolas. Su silencio es la prueba.

Esta postura, que pudiera parecer sectaria, ha de ser debida a simple inadvertencia. No cabe otra explicación, tratándose de gente tan culta, sensible y solidaria. Tomen buena nota, pues, para en un plazo prudencial convocar manifestaciones por estas causas que les sugiero. Y, por favor, que no terminen tirando piedras contra nadie, que la paz se construye eliminando toda violencia.

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domingo, 11 de enero de 2009

Juan Manuel de Prada

Sé que somos paisanos (zamoranos los dos), comparto ampliamente sus ideas, le admiro mucho como periodista y escritor, me estimula su valentía de católico públicamente confeso y militante, pero no tengo el placer de conocerlo personalmente. Sin embargo, no quiero aguantar las ganas de felicitarlo y aplaudir públicamente su testimonio de amor a la verdad. No es otra la razón de esta nota que hoy escribo, acabado de leer en ABC (sábado 10/01/2009) su artículo La crisis y los principios.

Por mucho que la máquina de engañar se entregue a fabricar trolas y cortinas de humo a destajo (¿se imaginan a los stajanovistas de Zapatero dando a la manivela de la bola, sin parar, en la ex bodeguilla de Moncloa?), por mucho que los que se comprometieron a defenderla abdiquen de ella (¿qué me dicen de la macana del actual PP?), la fuerza de la verdad acabará por imponerse, siempre que al menos uno, un solo hombre honesto, se mantenga fiel al compromiso de anteponer sus principios a los réditos de traicionarlos. Está en la Biblia (Jeremías 5,1) y la palabra de Dios ha de cumplirse.

Esta semana pasada la nieve lo ha cubierto todo. Todo es todo y, por lo tanto, también la información sobre los males de nuestra España, en los medios propagandistas del Gobierno que padecemos, que son casi la generalidad. Las anteriores semanas ha sido otra engañifa y las próximas ha de ser cualquier otra vaina sobre la lujuria de famosos u otros escándalos de alto morbo. Conocida es la artimaña por habitual.

Hay motivos para la esperanza. Ahí está Prada. Un referente: en prensa, en literatura, en su opción de vida. También Luis María Ansón que, sin pelos en la lengua, ha anunciado hoy en El Imparcial: «El Gobierno camina con paso firme hacia el desastre». Es terca la realidad y acaba por imponerse. Pero los periodistas tienen la responsabilidad social de prevenir para evitar a los ciudadanos un largo tiempo de sufrimiento.


«Para un periodista el principio fundamental es buscar la verdad y contarla» Son palabras de Ben Bradlee director del diario The Washington Post, en la época política más turbulenta de Estados Unidos. Él convenció a Katharine Graham, la empresaria, de que era imprescindible, por el honor del oficio, hacer caso a unos jóvenes reporteros, Bob Woodward y Carl Bernstein, que habían visto que algo olía a podrido en el caso Watergate. Un olor, en cualquier caso, menos nauseabundo que las tufaradas fétidas que exhala la podre en la que hoy aquí nos quieren sumergir a toda costa. Y, sin embargo, logró derribar al presidente Nixon, entonces el hombre con más poder en el mundo.

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