lunes, 17 de mayo de 2021

EL OFICIO DE ESCRITOR

 


Me declaro fan incondicional y alumno ferviente de Héctor Rojas Heraz. Un escritor que, cuando lo lees, se te quitan las ganas de volver a escribir; pues ya quedarás convencido para el resto de tu vida de que nunca lograrás pasar de aprendiz de este oficio.

¡Qué bien lo ha descrito el compromiso y funciones del escritor el genial novelista colombiano, autor de En noviembre llega el arzobispo y Celia se pudre.

“El escritor, al unísono, actúa bajo dos impresiones: la humildad y el orgullo, Humildad, porque su contribución siempre será limitada y precaria, rezagada. Orgullo, porque sabe, en una forma trascendente por lo inexorable, que está contribuyendo a forjar su idioma, incidiendo en su destino final. De allí el compromiso con su palabra. Tiene un hondo deber, un patético deber. Cada vocablo tiene vida propia, cada cláusula está cargada de una energía que puede fecundar o destruir. Es, pues, responsable como ningún otro artesano de su tarea. Tiene que ejecutarla en un tiempo preciso —el tiempo de su vida expresiva, que es un tiempo limitado y gimnástico, generacionalmente acotable—y hacerla con los instrumentos más codiciosos. En cada afirmación o negación, en la más simple partícula descriptiva, en el verbo o el adjetivo aparentemente más inocuos, está ganando o perdiendo su alma. Y, a lo mejor, contribuyendo a que la pierda o la gane quien lo escucha. De allí su desazón por la justicia nominativa. Debe ser justo. Justo con su obra y justo con quien le ha otorgado su libertad de leerlo.”

Hector Rojas Heraz en Mi pequeño credo.

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