miércoles, 29 de octubre de 2008

Malas noticias

Mal asunto. No hace mucho fue Financial Times y ahora es Die Wetl. Uno y otro rotativos, aquél británico y éste alemán, han dado la noticia de que no habría que descartar que España fuera expulsada del Euro “ante los problemas para el conjunto de la unión monetaria europea que supondría la quiebra de uno de sus miembros.” Porque la quiebra de nuestra economía es ya para los gobiernos de la UE un hecho consumado.

Si esta desgracia llegara a confirmarse, sería la mayor tragedia que los españoles habríamos sufrido a lo largo de toda nuestra historia. No quiero ni imaginar tal horror, cuyo borrador, bajo el título de “Plan C”, se halla en alguna carpeta de alternativas que la Unión Europea baraja para contrarrestar la crisis económica y financiera actual.

No voy a entrar en datos técnicos. Están publicados y pueden consultarse. Mis reflexiones se quedan en el ámbito de la sociología. Es decir, la gente y su vivir. La calle, el día a día. La hermosa gente que siente y padece. La pobre gente que se deja engatusar por lobos con piel de corderos y, a renglón, se ve forzada a cargar con las consecuencias.

Soy de una generación que conoció España con un elevado número de analfabetos, sin luz eléctrica muchas casas, sin carreteras seguras, sin igualdad de oportunidades, sin protección social alguna, sin hospitales, sin vacaciones, sin salarios justos, sin ocio placentero, sin coches, sin alimentación equilibrada, sin planes de desarrollo rural… Y sé que a muchos jóvenes les cuesta trabajo creerlo, pero así era.

De entonces a acá, dos generaciones de españoles hemos trabajado muy duro para lograr lo que ahora todavía está disponible para todos. Que es mucho. Tanto que, en el lado de allá de nuestras fronteras, luchan hasta morir multitudes de desfavorecidos de este mundo, codiciando acceder a los bienes que nosotros poseemos, y hasta nos permitimos dilapidar.

Este es el caso. En tan grave situación, ¿qué están haciendo nuestros representes políticos? Nada. Vivir en la irrealidad de sus mentiras y ensoñaciones. Afanarse por mantener el poder que consideran conquistado para su propia satisfacción, disfrute y beneficio, al margen de la suerte que puedan correr los que se lo cedieron temporalmente. La debacle, sin embargo, no deja de mostrar su furia devastadora, cada día con más elocuencia, en todos los indicadores de situación. Ellos, a lo suyo. En concreto, ahora, consideran mucho más importante ir a Washington, el próximo 15 de noviembre, para, en vez de resolver nuestros más que serios problemas financieros, dedicarse antes a decir a los demás lo que tienen que hacer.
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