jueves, 6 de noviembre de 2008

Retorno a la humildad

Dicen ahora que hasta la economía china empieza a hacer aguas y que, si dejara de crecer por encima del ocho por ciento, la nación más poblada de la tierra se vería convulsionada por una terrible agitación social de consecuencias inconmensurables. Para los chinos y para el resto del mundo. ¡Qué horror! Leer la prensa últimamente es como una pesadilla.

Mucho tremendismo, mucha profecía apocalíptica…, pero nadie se sale del guión de lo políticamente correcto. Cobardes y pusilánimes agoreros que no tienen redaños para acusar a los culpables del desaguisado financiero y económico (y ya mismo social) que padecemos, surgen por todas partes. Pero nadie va a las causas y pone el dedo en la llaga.

Servidor, sí quiere a aportar su punto de vista. El problema, en mi modesta opinión, es que se había sacralizado al dinero, constituyéndolo en el todopoderoso dios y señor de todas las cosas. Lo del becerro de oro del Génesis. Nada nuevo, pero sí trágico.

Ahora vienen mal dadas y descubrimos que el súper dios era vulnerable. Y, aunque todavía nuestros políticos no se atreven, pronto tendrán que incitarnos al esfuerzo, al trabajo, al sacrificio, cuando ya en las arcas no quede una onza para subvenciones y demagógicas limosnas.

Pero, ni así parece que nuestros males vayan a tener remedio fácilmente, ni en modo ni en tiempo.

A las pruebas me remito. Vean si no. Seguro que en su calle, como en todas, hay una tienda “de chinos”. Ustedes, como yo, ven a sus propietarios trabajar, conocen sus horarios ininterrumpidos durante el día y parte de la noche, sábados, domingos y fiestas… Sin vacaciones, sin convenio sindical, sin la media hora para el bocadillo… Y esto aquí, en un país democrático y respetuoso con la dignidad humana y los derechos y libertades individuales. Así que no les digo nada, qué harán en su patria, bajo la tiranía comunista.


Pues, oiga, si a los chinos les va a pasar lo están diciendo que se les avecina, trabajando de sol a sol y sin levantar cabeza… Imagínense ustedes cómo de negras la vamos a tener que pasar nosotros, tan mirados para la tan mal vista tarea de arrimar el hombro y tan celosos de nuestro ocio y del buen vivir conseguido.

Acaso no sea tan mala esta crisis. Incluso beneficiosa pudiera ser, si en medio del quebranto de la dificultad, el sentido común y el de la medida nos situaran de nuevo en nuestra realidad de simples mortales, limitados y precarios. Habitantes de un grandioso país, pero sin materias primas, pobre y mal gestionado, donde el pan hay que ganárselo con el sudor de la frente. En definitiva, facilitarnos el retorno a la humildad de la que nunca debiéramos haber abdicado.
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