UNA DE CURAS
El viejo dicho “vives como un cura”, nos remite a tiempos remotos
en los que el vecino que mejor vida llevaba en los pueblos era el párroco del
lugar. No tenía tierras que labrar, ni cosechas que recoger; no poseía
ganadería que cuidar, ni hijos (reconocidos) que alimentar ni que le dieran
disgustos… Todos le respetaban y le rendían pleitesía, porque en aquellos
entonces era a quienes pedían informes las empresas o en los organismos en los
que cualquiera del pueblo solicitara trabajar o ingresar. Esos informes, juntos
con los de la guardia civil eran imprescindibles para que el candidato pasara
el primer filtro en una selección laboral.
Solían habitar una de las mejores casas, confortable y bien
arreglada, en la que pasaban la mayor parte de su tiempo, en un despacho
equipado con una camilla y un buen brasero, en invierno y ventilador en verano,
entre libros, periódicos y una aparatosa radio que le servía música y noticias.
Sus vistas, fuera de su ministerio, eran escasas, pero muy selectas. Los
maestros, el médico, el secretario del ayuntamiento o algún labrador rico e
ilustrado, siempre que fueran de su cuerda, y pare usted de contar.
Dicho esto, para situar a los lectores que no hayan
conocido el escenario y a los protagonistas, pasemos a la anécdota con la que
hoy inauguro una sección de acontecimientos o sucesos graciosos, anécdotas o
chascarrillos, porque la historia también tiene su lado gracioso, ocurrente,
satírico o guasón. Vean si no, la noticia que publicaba El Motín: periódico
satírico semanal, Madrid, 2 de abril de 1892, en su página 4, que
transcribo con su grafía y equivocaciones originales:
Los curas de Almeida de Sayago se negaron á
confesar á una señora.
“La
maestra del mismo pueblo fue al inmediato de Carbellinos y le ocurrió lo
propio.
Las
causas, según un colega, son las siguientes:
“Estas
dos señoras, que son fieles esposas y madres honradas, no permiten en sus casas
veladas místicas con chocolate en camilla”…
¡Zapateta!
¡Y de lo que depende que un alma se salve!
Si esas
señoras no quieren condenarse, que sirvan el chocolate como los paters
desean, pero con mojicón.
Y á ver
si así se humanizan”.
UNA DE CERDAS
Esta sale del Boletín de Zamora, 19 de julio de 1861,
página 4, en su sección de anuncios particulares de pago.
Confío en que al menos alguien pueda hacerse una idea cabal
de cómo eran las protagonistas de esta noticia, porque por lo que a mí respecta,
ni con ayuda del diccionario he podido desentrañar las señales con que las describe
nuestro paisano Gregorio Nicolás, para facilitar que sean reconocidas por el
común de los mortales.
Aviso
“El día 24 del pasado Octubre, faltaron de la Montanera de
Almeida cuatro cerdas, caponas con las señales que siguen: dos befas, una
entrerasa y otra pelicana; tres tienen despuntada la oreja derecha; y la cana
cortado el artillico de atrás y ladera de la cabeza.
Las personas que sepan el paradero de las cuatro reses mencionadas
lo manifestarán a Gregorio Nicolás, en Almeida de Sayago, quien abonará los
gastos ocasionados”.
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